Y llegué a lugar del que, en muchos momentos pensé que nunca debí haberme ido: Bali. Allí me quedé tres años, iniciando nuevos viajes: Japón, Egipto, Sudáfrica, Australia, etc. Pero sobre todo me quedó con algo. Cuando ya perteneces a un lugar, aunque nunca lo hayas pisado en esta misma vida, todo resulta más fácil. Más grácil, paciente y amoroso. Y eso es lo que fue ‘mi’ isla para mí. Amor y concreción a raudales. Tres años inmensos en lo que aprendí gran parte de lo que soy a la vez que fui tratado como un auténtico príncipe sin descendencia ni coronas.

Regresé a España en Agosto de dos mil catorce, año del Caballo. Energía sexual masculina, Impulsado por mi entrada en Júpiter como planeta de ciclo mayor, en el que sigo inmerso y que tengo vinculado a mis orígenes: la familia, mis padres, el colegio, los amigos de la infancia, el idioma materno, y tantas cosas que pertenecen y emergen desde mis albores.
En estos años dejé los viajes de largo recorrido, para asentarme en un viaje profundo y hacia mi interior. Un viaje sin final pero que ya dio su resultado y es que: estoy preparado para morirme, tanto si es mañana, como si es dentro de doscientos años. Consciencia.