Continué mi vida en Madrid, pero en 2002 pasé seis meses en Londres. Ciudad fundada también en el año del Mono y que permanece en ebullición permanentemente. Me conectó conmigo mismo. Mis padres me ayudaron mucho en aquella fase. Salí de Londres, un poco por la puerta de atrás. Una noche alternando con amigos y una chica española con la que me veía esporádicamente acabe durmiendo con un mago. Un tipo que hacia trucos de magia, en reservados de discotecas y demás. Él sembró el gusanillo de Ibiza en mi interior. Y la isla ibicenca fue mi siguiente destino. Allí diversión, que es lo que dicta la isla y un amor profundo por una mujer que me llevó pocos meses después a Barcelona. Francesca era arquitecta con Bofill y un ser muy inteligente.
Rompimos ya en Barcelona y conocí a Ainhoa, alguien extremadamente sensual y especial, recorrí con ella no solo Barcelona sino todo Marruecos, en un viaje que duró seis meses y que bien pudo haber durado toda la vida. La naturaleza presente en cada día de nuestra ardiente vida supuso un cambió en mi. Me costó volver a las costumbres de España, supongo que pasé lo que los siquiatras dan en llamar depresión. Mucho pensamiento para digerir y asumir que lo bueno, como casi todo tiende a virar y a agotarse, sobre todo cuando todavía estás interpretando la vida y entendiendo las implicaciones de todas las programaciones que conforman, controlan y confirman la experiencia. Me instalé en la Herradura para poco después reingresar con fuerza en Barcelona, donde viví varios años: crecimiento y despliegue de mi conocimiento interno a partes iguales.

En las noches de Barcelona con mi inseparable amiga en aquellos años, Loli Curto – saludlolicurto.com -, la mayor experta en feng shui y macrobiótica del planeta, y su maravillosa hija Sara
Ese ciclo en Cataluña se interrumpió con la enfermedad de mi padre. Nos trasladamos a La Herradura para poder cuidarle mejor. Tras su muerte y una temporada junto a mi madre entre el mar y Madrid, me lancé de nuevo al plano de Barcelona.
¿Coincidencias?
Allí se dieron tres coincidencias, que intuyo tuvieron que ver con las programaciones que todos traemos dispuestas en nuestro inefable disco duro y fueron, primero, la convivencia durante unos meses con una enorme persona, Montse, nacida en el año del Dragón, mi pareja energética. Dragón-Serpiente. La magia y la mística. Vivir con ella me propulsó hacia un viaje que me hace como soy tanto por fuera como por dentro.
La segunda, ya estando en su casa, me llegó un encargo de reportajes sobre destinos turísticos. Los escribí y un buen día la esposa del director de la revista me comentó muy emocionada que como había sido capaz de escribir sobre Bali sin haber estado nunca allí. Llamó mi atención pero lo dejé pasar sin darle mayor importancia.
La tercera piedra angular, fue que mi mejor amigo por aquellos años, Javier, astrólogo, se encontraba pasando una larga temporada en India, algo que por aquellos años hacía recurrentemente y me invitó a visitarle. Me costó mucho tomar la decisión pues me sentía feliz al lado de Montse, enfocado y tranquilo. Por otra parte siempre había querido conocer la India, una especie de otro mundo místico dentro de este pequeño mundo material. Tomé la decisión de viajar. Y fue la entrada en un mundo paralelo, más real y vigoroso que el que yo conocía hasta ese momento. En esta Tierra nuestra nada se puede comparar con la India, es un tópico, pero es real: o la amas o sales corriendo al primero de sus impactos.