Mis primeros viajes

En mis años años de infancia y juventud viajé con mis padres a varios destinos locales, Canarias y Baleares sobre todo. Conocí la Península, a veces de una manera poco ortodoxa, ya que mi padre era sicólogo clínico, en autobuses llenos del frenesí que destilan los alcohólicos rehabilitados. Salamanca, Palencia, Sevilla, Córdoba, Almería, Alicante, Segovia, Lugo…. Y así un largo etcétera de lugares que quedaron sellados a mi, también y de nuevo por la magnificencia del planeta Marte.

Los veranos los pasé en lugares del norte, sobre todo en San Sebastián y Playa América, en Galicia. Del primero me recuerdo ‘robando’ en una tienda con niños, hijos de amigos de mis padres más mayores que yo. De Playa América, las intensas e interminables partidas de petanca en la playa, junto a Victorino, un amigo de mi padre y un ser entrañable que siempre andaba contando historias maravillosas, de grato e inefable recuerdo.

En otro verano aparecí en el sur, en la Herradura, costa de Granada, un ambiente más diverso y dicharachero que me caló y me permitió ver otras partes de mi. Confrontarme y hacer amigos sin mayor esfuerzo que bajar a una plazoleta que había al lado del apartamento en que vivíamos junto a unos tíos de mi padre. Un win-win en toda regla: naturaleza, paz, y entretenimiento permanente y garantizado.

También recuerdo en esos años, mis primeros viajes al extranjero, unas Navidades las pasé con mis padres en Marruecos, país fundado en el año de la Serpiente y que ha estado siempre muy presente en los vaivenes de mi vida. Otro año nos adentramos en Brasil, porque mi padre conservaba allí amigos de su etapa como sacerdote de la Iglesia Católica.

Un momento viajero inolvidable fue cuando, durmiendo a lado de mi novia en otro autobús, lo primero que vi al abrir los ojos de mi sueño fue el gran y único Manhattan, ese verano lo pasé en Estados Unidos, me gustó y también me quedó claro que no era un país en el que vibrase en profundidad. No en vano. EEUU se fundó en el año del Mono. La mente. Y así son ellos, los americanos, despliegue de pura energía mental.

A los dieciocho todo se desmoronó. Dejé de tener memoria fotográfica, y durante un tiempo no podía ni leer un párrafo con cierta concentración, mucho menos memorizarlo. Se rompió, una relación de cuatro años en la que nos queríamos todo lo que se puede querer a alguien cuando esa es tu primera vez. Me vi forzado a dejar el fútbol, pues las lesiones se volvieron irresolubles. Y así con todo. Un desmán de dislates. Pasé de la supuesta vida perfecta a una vida en la que todo lo que podía salir en mi contra salía en mi contra, en la mayor parte de los casos sin yo saber cual era el motivo profundo de tanto imprevisto. Años más tarde descubrí que el cambio de una bola planetaria en tu carta natal puede provocar eso, o incluso mucho más.