Thailandia, un lugar infinito y kármico para mi. Nunca fui tan feliz como en Thailandia, navegando a solas en mi todoterreno.
Malasia, el cruce entre la mística hindú y la poesía thailandesa, y todo y siempre por la mitad de precio. Un todo o nada grandemente desconocido por el gran público del mundo. Cuando crees que vas a un lugar importante, te sientes importante eligiéndolo, te sientes menos notorio, menos importante, cuando todo parece fundirse como las piezas de un puzzle y resultar que sus piezas ya estaban, aunque desordenadas en el mapa de tu destino.
Kuala Lumpur me maravilló, una ciudad rara y exquisita a partes iguales. Con personas con mucho dinero por todas partes que no se sabe muy bien lo que hacen, pero allí están, celebrándolo.
Tras el país malayo caí a Singapur, epicentro del buen gusto y savoire faire asiáticos. Me encandiló e incluso estuve viendo pisos, pero instalarte en Singapur, sin un trabajo convencional viene a convertirse en pesadilla más que en deleite existencial. Marché.